viernes, 3 de junio de 2011

El guardián entre el centeno.

Aunque lo que de verdad tenía ganas de hacer era suicidarme. Tenía ganas de tirarme por la ventana. Y creo que lo habría hecho si hubiera estado seguro de que alguien taparía mi cadáver tan pronto como aterrizara. No quería que un montón de estúpidos mirones me miraran mientras estaba todo ensangrentado.


-¿Te has hartado alguna vez? -le dije-. ¿Nunca has tenido miedo de que, a menos que hicieras algo, todo fuera a ser asqueroso? Quiero decir, ¿te gusta el colegio y eso?
-Es un aburrimiento horrible.
-Quiero decir que si lo odias. Ya sé que es un aburrimiento horrible, pero lo que quiero decir es si lo odias.
-Bueno, no lo odio exactamente. Tú siempre tienes que...
-Pues yo lo odio. Jo, cómo lo odio -dije-. Pero no es sólo el colegio. Es todo. Odio vivir en Nueva York y todo eso. Los taxis, y los autobuses de la Avenida Madison, con esos conductores que siempre te están gritando que te bajes por la puerta de atrás, y que me presenten a tíos pedantes que dicen que los Lunt actúan como los ángeles, y subir y bajar en ascensor cuando sólo quieres salir a la calle, y esos tíos que te arreglan todo el tiempo los pantalones en Brooks, y la gente que no para de decir...
-No grites, por favor -dijo Sally. Lo cual tuvo gracia porque yo ni siquiera gritaba.
[...]
-Deberías ir a un colegio de chicos alguna vez. Pruébalo alguna vez -dije-. Están llenos de tíos falsísimos y todo lo que haces allí es estudiar y aprender lo suficiente para poder comprarte un puñetero Cadillac algún día, y tienes que fingir todo el rato que te importa que pierda el equipo de fútbol y todo lo que haces allí es hablar todo el día de chicas y de alcohol y de sexo. Y todos forman esos asquerosos grupitos cerrados. Los del equipo de baloncesto el suyo, los católicos el suyo, los malditos intelectuales el suyo, y los que juegan al bridge el suyo. Hasta los socios del maldito Club del Libro del Mes tienen su grupito.


J. D. Salinger.



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